La comunidad LGTBI sigue siendo a día de hoy una colectividad muy discriminada: de los 193 países de la ONU, en 68 de ellos se prohíben las relaciones entre personas del mismo sexo y 12 de estos castigan la homosexualidad con la pena de muerte, según recoge el portal digital vozpópuli. Esta situación es aún más grave en el caso de las personas transexuales: ocho de cada diez se encuentran en situación de desempleo (público.es), lo que supone un 80% de paro para el colectivo trans. La mayor parte de la discriminación que sufre la comunidad LGTBI proviene de personas cis heterosexuales (personas cuyo género se corresponde con el que le asignan al nacer y se sienten atraídas por un sexo distinto al suyo), pero esta no es la única discriminación que sufren: existe intolerancia dentro del propio colectivo LGTBI. Una de las opresiones más comunes dentro del propio colectivo es la conocida como plumofobia. La plumofobia es la discriminación de una persona homosexual a otra por presentar comportamientos que difieren de los que se esperan por su género, esto es, gays u hombres bisexuales con comportamientos “afeminados” o lesbianas con comportamientos “masculinos”, por ejemplo. Un estudio realizado por Cal Strode en Reino Unido y Estados Unidos en el que participaron 280 hombres homosexuales deslumbró datos preocupantes. Según el estudio, aquellos gays que no habían sufrido homofobia ni en la infancia ni en la adolescencia se suelen describir a sí mismo como “sin pluma”. De ellos, el 40% opina que los gays con pluma dan una mala imagen al colectivo y un 35% se siente más identificado con la comunidad heterosexual que con la comunidad LGTBI. A las personas LGTBI no nos es desconocido entrar a aplicaciones de ligar como Grindr en la que muchas personas tienen en sus biografías frases como “afeminados no”, “masculino x masculino” o “solo muy masculinos” entre otras. También las mujeres LGTBI reciben ofensas como “camioneras, no” o “machorras, no” y muchas personas bisexuales están hartas de que se invalide su orientación sexual (como lo hace la pansexualidad) o se diga que “están confundidas”. No tenemos suficiente con la homofobia externa que encima tenemos que sufrirla por parte de nuestros similares. Pero, ¿por qué ocurren todos estos comportamientos? Vivimos en una sociedad cisheteronormativa en la que si alguien o algo es diferente a esa mayoría es castigado. Desde pequeños nos inculcan que si eres niño te tienen que gustar las niñas y viceversa, que los niños juegan al fútbol y las niñas a las muñecas y que tu identidad de género debe corresponderse con el que se te asigna al nacer, además solo existiendo el binarismo hombre-mujer. Ello significa que todas los comportamientos, preferencias o identidades que difieran de ese régimen serán discriminadas, perseguidas o invisibilizadas de una manera u otra. Las personas LGTBI no somos ajenas a esta cisheteronorma: crecemos con ella y contamos con más o menos prejuicios en función de cómo nos han educado y las vivencias que hemos tenido. La plumofobia no es más que el resultado del machismo y la misoginia que muchas personas tienen interiorizada propia de la sociedad patriarcal en la que vivimos. ¿Por qué un gay insulta a otro gay por su pluma? Porque está viendo comportamientos o gestos que se consideran “femeninos” en un hombre, ya que por el hecho de ser hombre se espera que sea viril. Lo femenino es visto como algo negativo y esto no es más que un machismo interiorizado cuya única justificación es considerar a la mujer inferior al hombre. Esto no solo ocurre con la pluma, también con otros aspectos como pueden ser los roles sexuales: muchas personas LGTBI consideran que la persona dominante o ‘activa’ en la relación sexual debe ser la que lleve las riendas y posea una especie de poder sobre la persona ‘pasiva’ que en este caso será la “dominada” y la “manipulable”. La persona dominada o ‘pasiva’ en estos casos es vista como un objeto sexual que debe estar sometida a los deseos de la otra persona, lo que demuestra una vez más el machismo que también existe dentro del propio colectivo LGTBI, ya que la persona ‘pasiva’ es vista como la “mujer” de la relación sexual cuya única voluntad debe ser el disfrute de la otra persona que asimila el rol de “hombre”. Estos roles vuelven a ser propios de la comunidad heterosexual pero que también son asimilados por parte de la comunidad LGTBI, por eso es que hablamos de cisheteronormatividad. Para acabar con estos comportamientos discriminatorios que he expuesto anteriormente, la sociedad debe desprenderse del modelo hegemónico heterosexual que asocia unos roles de género específicos a hombres y mujeres. No solo reside aquí el error principal sino que es falto que existan únicamente dos géneros (pero ese tema es lo bastante amplio como para tratarlo en un par de líneas). Se está desarrollando en los últimos años un movimiento no homogéneo que puede recibir el nombre de nuevas masculinidades. Este conjunto de personas muy diversas, ya que son sujetos de distintos géneros, nacionalidades u orientaciones sexuales, están proponiendo replantear la idea de masculinidad y eliminar los roles de género que se asocian al hombre. De esta forma estas personas, agrupadas o no en organizaciones, empresas o instituciones, están uniéndose para replantear la idea tradicional de ser hombre. Esta idea tradicional de ser hombre comprende una serie de cualidades que la sociedad espera que posea un hombre, como pueden ser la competitividad, la auto-represión a mostrar afectos (como abrazar a otros hombres o llorar), la ambición o la agresividad (puede ser tanto física como a través del acoso o los comentarios sexistas). Las nuevas masculinidades persiguen que cada hombre pueda mostrarse tal y como es sin necesidad de seguir unas pautas o normas sociales. De aquí se puede desprender el término de masculinidad frágil referida a la que poseen determinados hombres que insultan a otros por realizar prácticas o presentar actitudes que tradicionalmente se asocian a las mujeres. Por ejemplo, no es raro ver que un hombre sea insultado por pintarse las uñas por que eso mismo es visto por muchos como algo “de mujeres”. Hace no mucho se hacía viral en la red social TikTok la historia de un chico que había sido expulsado de clase por llevar falda, ya que esa prenda es vista como típica de las mujeres. Esa masculinidad frágil no es más que el miedo a no ser percibido como un “verdadero hombre” con todas las cualidades arriba mencionadas y no como algo a medio camino o como un hombre gay o bisexual. Es el miedo a no cumplir con la categoría de privilegiado que ostenta en su mayoría el varón heterosexual en la sociedad. Es por ello que las nuevas masculinidades abogan por deconstruir los roles de género y apuestan por la diversidad y la libertad de ser de cada individuo. No hay una forma de ser hombre, hay tantas formas de ser hombre como hombres hay en el mundo. Los hombres también lloran. Los hombres también tienen derecho a vivir plenamente su paternidad. Los hombres también son débiles y deben apoyarse en las mujeres para solucionar muchísimas dificultades que se presentan a lo largo de la vida. Es absolutamente necesario cambiar estos estereotipos porque no solo lo sufren de lleno los hombres, también las mujeres y las personas con géneros no binarios al verse sometidas a una especie de superioridad del hombre sobre ellas. Los hombres debemos escuchar al feminismo y apoyar a las mujeres en la eliminación de las violencias machistas y cualquier tipo de violencia en nuestras vidas. No hay que intentar “controlar” o “definir” nuestra forma de ser hombres sino ser siempre libres de mostrarnos tal y como somos. La plufomobia dentro de la comunidad LGTBI no es más que la reproducción de actitudes que asimilamos que deben tener los hombres, por ello es tan importante eliminar la idea tradicional de masculinidad que impera en la sociedad. El epidemiólogo Fernando Simón, últimamente muy presente en nuestro día a día por la pandemia de COVID-19, es un claro ejemplo de estas nuevas masculinidades alternativas. Lo que sorprende de Simón es que a pesar de ser un experto en el ámbito de la epidemiología y la medicina es un hombre humilde. No es un tipo duro ni arrogante ni condescendente como se suele esperar de hombres con alto conocimiento científico. Es un hombre que asume sus errores y pide disculpas si se equivoca, además de afirmar en muchas de sus ruedas de prensa que se encuentra en un constante proceso de aprendizaje. Las nuevas masculinidades son el camino. Nos llevarán a una sociedad más igualitaria y libre de violencias porque asumiremos que nadie se encuentra por encima de ninguna persona. Esto suena muy idealista, y quizás lo sea, pero ese es el modelo de sociedad en el que creo: una sociedad en la que no existan normas sociales que te digan cómo debes ser, de lo contrario serás discriminado a lo largo de toda tu vida. Costará muchísimos siglos pero gracias a movimientos como el feminista, el movimiento LGTBI, el movimiento antirracista o todos aquellos que promuevan una sociedad sin discriminación, algún día lo conseguiremos. Y en esas estamos. Artículo redactado por Alberto Bo. REFERENCIAS
Casanova, G. (2020). Los 12 países que castigan la homosexualidad con la muerte. Vozpópuli. Recuperado de: https://www.vozpopuli.com/internacional/homofobia-pena-muerte-gay_0_1367864421.html EFE (2019). La pesadilla de las personas trans para encontrar trabajo: ocho de cada diez, en paro. Público.es. Recuperado de: https://www.publico.es/sociedad/orgullo-lgtbi-2019-pesadilla-personas-trans-encontrar-ocho-diez-paro.html Peibols (2016). Los gays sin pluma son más homófobos. Ambienteg. Recuperado de: https://www.ambienteg.com/integracion/los-gays-sin-pluma-son-mas-homofobos/ Valls, L. (2019). Nuevas masculinidades: qué son y cómo trabajarlas en 7 sencillos pasos. Homuork Blog. Recuperado de: https://www.homuork.com/es/nuevas-masculinidades-que-son-y-como-trabajarlas-en-7-sencillos-pasos_255_102.html#
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