La comunidad LGTBI sigue siendo a día de hoy una colectividad muy discriminada: de los 193 países de la ONU, en 68 de ellos se prohíben las relaciones entre personas del mismo sexo y 12 de estos castigan la homosexualidad con la pena de muerte, según recoge el portal digital vozpópuli. Esta situación es aún más grave en el caso de las personas transexuales: ocho de cada diez se encuentran en situación de desempleo (público.es), lo que supone un 80% de paro para el colectivo trans. La mayor parte de la discriminación que sufre la comunidad LGTBI proviene de personas cis heterosexuales (personas cuyo género se corresponde con el que le asignan al nacer y se sienten atraídas por un sexo distinto al suyo), pero esta no es la única discriminación que sufren: existe intolerancia dentro del propio colectivo LGTBI. Una de las opresiones más comunes dentro del propio colectivo es la conocida como plumofobia. La plumofobia es la discriminación de una persona homosexual a otra por presentar comportamientos que difieren de los que se esperan por su género, esto es, gays u hombres bisexuales con comportamientos “afeminados” o lesbianas con comportamientos “masculinos”, por ejemplo. Un estudio realizado por Cal Strode en Reino Unido y Estados Unidos en el que participaron 280 hombres homosexuales deslumbró datos preocupantes. Según el estudio, aquellos gays que no habían sufrido homofobia ni en la infancia ni en la adolescencia se suelen describir a sí mismo como “sin pluma”. De ellos, el 40% opina que los gays con pluma dan una mala imagen al colectivo y un 35% se siente más identificado con la comunidad heterosexual que con la comunidad LGTBI. A las personas LGTBI no nos es desconocido entrar a aplicaciones de ligar como Grindr en la que muchas personas tienen en sus biografías frases como “afeminados no”, “masculino x masculino” o “solo muy masculinos” entre otras. También las mujeres LGTBI reciben ofensas como “camioneras, no” o “machorras, no” y muchas personas bisexuales están hartas de que se invalide su orientación sexual (como lo hace la pansexualidad) o se diga que “están confundidas”. No tenemos suficiente con la homofobia externa que encima tenemos que sufrirla por parte de nuestros similares. Pero, ¿por qué ocurren todos estos comportamientos? Vivimos en una sociedad cisheteronormativa en la que si alguien o algo es diferente a esa mayoría es castigado. Desde pequeños nos inculcan que si eres niño te tienen que gustar las niñas y viceversa, que los niños juegan al fútbol y las niñas a las muñecas y que tu identidad de género debe corresponderse con el que se te asigna al nacer, además solo existiendo el binarismo hombre-mujer. Ello significa que todas los comportamientos, preferencias o identidades que difieran de ese régimen serán discriminadas, perseguidas o invisibilizadas de una manera u otra. Las personas LGTBI no somos ajenas a esta cisheteronorma: crecemos con ella y contamos con más o menos prejuicios en función de cómo nos han educado y las vivencias que hemos tenido. La plumofobia no es más que el resultado del machismo y la misoginia que muchas personas tienen interiorizada propia de la sociedad patriarcal en la que vivimos. ¿Por qué un gay insulta a otro gay por su pluma? Porque está viendo comportamientos o gestos que se consideran “femeninos” en un hombre, ya que por el hecho de ser hombre se espera que sea viril. Lo femenino es visto como algo negativo y esto no es más que un machismo interiorizado cuya única justificación es considerar a la mujer inferior al hombre. Esto no solo ocurre con la pluma, también con otros aspectos como pueden ser los roles sexuales: muchas personas LGTBI consideran que la persona dominante o ‘activa’ en la relación sexual debe ser la que lleve las riendas y posea una especie de poder sobre la persona ‘pasiva’ que en este caso será la “dominada” y la “manipulable”. La persona dominada o ‘pasiva’ en estos casos es vista como un objeto sexual que debe estar sometida a los deseos de la otra persona, lo que demuestra una vez más el machismo que también existe dentro del propio colectivo LGTBI, ya que la persona ‘pasiva’ es vista como la “mujer” de la relación sexual cuya única voluntad debe ser el disfrute de la otra persona que asimila el rol de “hombre”. Estos roles vuelven a ser propios de la comunidad heterosexual pero que también son asimilados por parte de la comunidad LGTBI, por eso es que hablamos de cisheteronormatividad. Para acabar con estos comportamientos discriminatorios que he expuesto anteriormente, la sociedad debe desprenderse del modelo hegemónico heterosexual que asocia unos roles de género específicos a hombres y mujeres. No solo reside aquí el error principal sino que es falto que existan únicamente dos géneros (pero ese tema es lo bastante amplio como para tratarlo en un par de líneas). Se está desarrollando en los últimos años un movimiento no homogéneo que puede recibir el nombre de nuevas masculinidades. Este conjunto de personas muy diversas, ya que son sujetos de distintos géneros, nacionalidades u orientaciones sexuales, están proponiendo replantear la idea de masculinidad y eliminar los roles de género que se asocian al hombre. De esta forma estas personas, agrupadas o no en organizaciones, empresas o instituciones, están uniéndose para replantear la idea tradicional de ser hombre. Esta idea tradicional de ser hombre comprende una serie de cualidades que la sociedad espera que posea un hombre, como pueden ser la competitividad, la auto-represión a mostrar afectos (como abrazar a otros hombres o llorar), la ambición o la agresividad (puede ser tanto física como a través del acoso o los comentarios sexistas). Las nuevas masculinidades persiguen que cada hombre pueda mostrarse tal y como es sin necesidad de seguir unas pautas o normas sociales. De aquí se puede desprender el término de masculinidad frágil referida a la que poseen determinados hombres que insultan a otros por realizar prácticas o presentar actitudes que tradicionalmente se asocian a las mujeres. Por ejemplo, no es raro ver que un hombre sea insultado por pintarse las uñas por que eso mismo es visto por muchos como algo “de mujeres”. Hace no mucho se hacía viral en la red social TikTok la historia de un chico que había sido expulsado de clase por llevar falda, ya que esa prenda es vista como típica de las mujeres. Esa masculinidad frágil no es más que el miedo a no ser percibido como un “verdadero hombre” con todas las cualidades arriba mencionadas y no como algo a medio camino o como un hombre gay o bisexual. Es el miedo a no cumplir con la categoría de privilegiado que ostenta en su mayoría el varón heterosexual en la sociedad. Es por ello que las nuevas masculinidades abogan por deconstruir los roles de género y apuestan por la diversidad y la libertad de ser de cada individuo. No hay una forma de ser hombre, hay tantas formas de ser hombre como hombres hay en el mundo. Los hombres también lloran. Los hombres también tienen derecho a vivir plenamente su paternidad. Los hombres también son débiles y deben apoyarse en las mujeres para solucionar muchísimas dificultades que se presentan a lo largo de la vida. Es absolutamente necesario cambiar estos estereotipos porque no solo lo sufren de lleno los hombres, también las mujeres y las personas con géneros no binarios al verse sometidas a una especie de superioridad del hombre sobre ellas. Los hombres debemos escuchar al feminismo y apoyar a las mujeres en la eliminación de las violencias machistas y cualquier tipo de violencia en nuestras vidas. No hay que intentar “controlar” o “definir” nuestra forma de ser hombres sino ser siempre libres de mostrarnos tal y como somos. La plufomobia dentro de la comunidad LGTBI no es más que la reproducción de actitudes que asimilamos que deben tener los hombres, por ello es tan importante eliminar la idea tradicional de masculinidad que impera en la sociedad. El epidemiólogo Fernando Simón, últimamente muy presente en nuestro día a día por la pandemia de COVID-19, es un claro ejemplo de estas nuevas masculinidades alternativas. Lo que sorprende de Simón es que a pesar de ser un experto en el ámbito de la epidemiología y la medicina es un hombre humilde. No es un tipo duro ni arrogante ni condescendente como se suele esperar de hombres con alto conocimiento científico. Es un hombre que asume sus errores y pide disculpas si se equivoca, además de afirmar en muchas de sus ruedas de prensa que se encuentra en un constante proceso de aprendizaje. Las nuevas masculinidades son el camino. Nos llevarán a una sociedad más igualitaria y libre de violencias porque asumiremos que nadie se encuentra por encima de ninguna persona. Esto suena muy idealista, y quizás lo sea, pero ese es el modelo de sociedad en el que creo: una sociedad en la que no existan normas sociales que te digan cómo debes ser, de lo contrario serás discriminado a lo largo de toda tu vida. Costará muchísimos siglos pero gracias a movimientos como el feminista, el movimiento LGTBI, el movimiento antirracista o todos aquellos que promuevan una sociedad sin discriminación, algún día lo conseguiremos. Y en esas estamos. Artículo redactado por Alberto Bo. REFERENCIAS
Casanova, G. (2020). Los 12 países que castigan la homosexualidad con la muerte. Vozpópuli. Recuperado de: https://www.vozpopuli.com/internacional/homofobia-pena-muerte-gay_0_1367864421.html EFE (2019). La pesadilla de las personas trans para encontrar trabajo: ocho de cada diez, en paro. Público.es. Recuperado de: https://www.publico.es/sociedad/orgullo-lgtbi-2019-pesadilla-personas-trans-encontrar-ocho-diez-paro.html Peibols (2016). Los gays sin pluma son más homófobos. Ambienteg. Recuperado de: https://www.ambienteg.com/integracion/los-gays-sin-pluma-son-mas-homofobos/ Valls, L. (2019). Nuevas masculinidades: qué son y cómo trabajarlas en 7 sencillos pasos. Homuork Blog. Recuperado de: https://www.homuork.com/es/nuevas-masculinidades-que-son-y-como-trabajarlas-en-7-sencillos-pasos_255_102.html#
0 Comentarios
El movimiento TERF, llamado así por sus siglas en inglés «Trans-Exclusionary Radical Feminist», rechaza que las mujeres transexuales formen parte del feminismo puesto que no las consideran mujeres, acudiendo a argumentos biológicos o al esencialismo de género, es decir, atribuyendo una serie de cualidades fijas a las mujeres. El pasado 22 de febrero de 2020, el Partido Feminista de España fue expulsado de la organización política Izquierda Unida. El motivo fue un comunicado publicado por la presidenta del partido, Lidia Falcón, donde acusaba a la comunidad LGTBI a la que denominaba como “lobby gay” de intentar “imponer el discurso queer en la sociedad”. Este comunicado vino motivado tras la ponencia de una menor transexual de 8 años llamada Elsa en el Parlamento de Extremadura, donde defendió “el derecho de las personas transexuales a ser quiénes somos”. Falcón esgrimió al respecto que “un niño no puede ser tratado médica y quirúrgicamente a los ocho años para convertirse en niña”. Las TERFs acusan a las personas transexuales de querer “silenciar a las mujeres”. Por desgracia, discursos como el de Lidia Falcón se están haciendo cada vez más frecuentes y visibilizados dentro del propio feminismo a medida que van surgiendo leyes y mecanismos legales que garantizan los derechos del colectivo LGTBI. Son argumentarios que solo atienden a un modelo muy concreto de mujer en el que los órganos genitales femeninos van intrínsecamente ligados a ese concepto, por lo que todo lo que escapa de él no solamente no es concebido como tal sino que se considera que ataca a las propias mujeres. Podríamos resumir el argumentario TERF en cuatro puntos: el “borrado de mujeres”, el rechazo a las leyes de identidad de género, las infancias trans y la consideración del colectivo LGTBI como un lobby. Más del 80% de las víctimas de asesinatos a personas transexuales son mujeres. Las TERFs acusan a las personas transexuales de querer “silenciar a las mujeres” (o borrarlas), porque como hemos observado al principio del artículo, solo atienden a un único modelo de mujer: la mujer biológica, y denuncian las discriminaciones que conllevan el hecho de nacer con vagina (menor acceso a la educación, a la salud, discriminaciones en el mundo del deporte, la cultura o el trabajo, etc.). No obstante, el transfeminismo no está negando que la reproducción suponga un ámbito de discriminación que sufren las mujeres, pues son ellas en su mayoría las que desgraciadamente se ven obligadas a abandonar sus puestos de trabajo (y muchas veces despedidas) y asumir la mayor parte de los cuidados del bebé. Simplemente está señalando que esa no es la única discriminación que sufren las mujeres, ya que a ninguna mujer le van a preguntar por su capacidad reproductiva para recibir un menor salario por ejemplo. Además, afirmar que las mujeres trans son “hombres con pene” y que por ello poseen privilegios es falso: más del 80% de las víctimas de asesinatos a personas transexuales son mujeres, según datos del National Center for Transgender Equality. Por tanto, estamos hablando de una problemática concreta: estos son transfeminicidios. Las asesinan por ser transexuales y también por ser mujeres. No se pregunta si esa mujer transexual tiene vagina o pene. El transfeminismo no está borrando ninguna realidad de las mujeres, está señalando que existen una multiplicidad de realidades que afectan a las diversas mujeres que existen. ¿O acaso se les olvida a muchas de estas críticas del género cómo los feminismos negros, las mujeres migrantes, las mujeres indígenas y las mujeres trans tuvieron que reprocharle al feminismo blanco hegemónico que aún existía a finales del siglo XX que ellas no vivían su misma realidad? Eliminar los roles de género es esencial para entender que existen hombres que se quedan embarazados, mujeres que no menstrúan y que un órgano genital no determina la identidad de género de una persona. Y con el concepto del ‘género’ llegamos a la teoría queer y el rechazo del movimiento TERF a las leyes que pretenden establecer la libre autodeterminación del género. No hay unanimidad respecto a la definición de la teoría queer, pero podríamos decir que esta teorización señala como nuestras definiciones sobre el género, la identidad sexual o la orientación sexual no están inscritas en nuestra naturaleza humana sino que son construcciones sociales, lo que lleva a defender el derecho a que cada persona sea libre de identificarse con un determinado género. De ahí, el férreo rechazo de las TERFs a esta libre autodeterminación del género afirmando que ahora ser mujer se va a reducir a un “mero sentimiento” y abogando por la abolición del género. Y es que, bajo mi punto de vista, el principal problema del movimiento TERF es la confusión que hacen de la identidad de género con los roles de género. Un grave error reside en afirmar que únicamente existen dos géneros (hombre y mujer), pero es que el error principal como está señalando el transfeminismo a través de la teoría queer es afirmar que el feminismo debe abolir el género. El feminismo debe abolir las estructuras de poder, esto es, los roles de género (los comportamientos y normas sociales que asociamos a hombres y mujeres, de ahí los conceptos de masculinidad y femineidad) y no el género. Eliminar los roles de género es esencial para entender que existen hombres que se quedan embarazados, mujeres que no menstrúan y que un órgano genital no determina la identidad de género de una persona. Otro punto en el que el movimiento TERF está haciendo especial ahínco es respecto a los niños y niñas transexuales, la llamada ‘infancia trans’. Muchas TERFs, como Lidia Falcón, llegan a afirmar que “se está normalizando la medicalización y patologización de actitudes y gustos en la infancia”. Pero es que no hay nada de incongruente o atípico en la transexualidad: la American Academy of Pediatrics, una asociación profesional de pediatras estadounidense, afirma que a los cuatro años los niños ya tienen un sentido estable de su identidad de género. Lo que por el contrario sí que va a ser el mayor obstáculo al que se ven sometidos estos menores es precisamente el rechazo social a su identidad, el no ser llamados por el nombre y género con el que se identifican pueden marcar toda su infancia. Lo que hacen con estos ataques a los infantes es aprovecharse precisamente de que son menores, por los que la sociedad siente una mayor preocupación, para justificar su argumentario tránsfobo. Lo que no es muy valiente que se diga por parte del movimiento TERF… Afirmar que la comunidad LGTBI es un ‘lobby’ es considerar que su ciudadanía es de segunda, que deben quedarse en segundo plano. Estos ataques muchas veces vienen justificados ante la consideración del colectivo LGTBI como un “lobby” que tienen las TERFs. Sí, como si fuéramos una mafia que intenta imponer una dictadura en la sociedad. En muchos artículos se refieren al colectivo como “lobby-transcuir” o simplemente “lobby gay”, dependiendo de a quién pretendan atacar. Esta postura del movimiento TERF me recuerda al ‘pin parental’ que VOX ha logrado introducir en la Región de Murcia a principios del 2020 para dejar en manos de los padres la decisión de que sus hijos reciban determinadas charlas educativas, como las charlas de diversidad sexual. Y es que realmente las TERFs tienen un discurso muy parecido al de VOX: un único modelo válido de sociedad. Las TERFs no son feministas. En primer lugar, porque subvierten las señas de identidad del feminismo: la sororidad, la inclusión y la igualdad Bajo el término de ‘lobby’ para referirse a la comunidad LGTBI se pretende esconder sutilmente la homofobia, la transfobia y el no respeto a la diversidad sexual de una persona. Es como decirle a una persona gay que puede serlo, pero que lo sea en su casa. O a una mujer transexual que nunca será una mujer. Afirmar que la comunidad LGTBI es un ‘lobby’ es considerar que su ciudadanía es de segunda, que deben quedarse en segundo plano. Entonces, ¿cuál es la receta para combatir este tipo de discursos excluyentes y violentos hacia las personas transexuales y el colectivo LGTBI? Pues no es otra que seguir avanzando en derechos y en una mayor visibilidad. Si desde pequeños en los colegios se enseña a respetar la diversidad sexual y de género, los niños y las niñas lo van a ver como lo que es: normal. Desde la comunidad LGTBI no pretendemos imponer nada, simplemente queremos para esos niños lo que nos hubiera gustado tener a nosotros desde pequeños: referentes, para ahorrarles el sufrimiento que muchos de nosotros sufrimos en algún momento por sentirnos diferentes a la heteronormatividad en la que vive la sociedad. Las TERFs no son feministas. En primer lugar, porque subvierten las señas de identidad del feminismo: la sororidad, la inclusión y la igualdad. Y no lo estoy diciendo yo, lo están diciendo mujeres transexuales y también activistas trans como Mar Cambrollé. En segundo lugar, el movimiento TERF utiliza el mismo discurso normativo y violento que el patriarcado ha empleado contra las mujeres (pero disfrazado de un falso feminismo), porque atentar contra los derechos humanos de otras personas no es libertad de expresión, es discriminación. ¿Y cómo podríamos definir esta paradójica situación en la que mujeres dicen ser “feministas” pero se valen de discursos excluyentes que nada tienen que ver con el feminismo? Pues parafraseando a la filósofa Simone de Beauvoir, la fuerza del opresor siempre necesita de la complicidad de quienes sufren la opresión. Redactado por Alberto Bo. BIBLIOGRAFÍA
Bo, A. (2020). Personas transexuales y violencias discursivas. Universidad de Granada. Falcón, L. (5 de diciembre, 2019). COMUNICADO DEL PARTIDO FEMINISTA DE ESPAÑA La Comisión Política del Partido Feminista de España ha aprobado por unanimidad el siguiente COMUNICADO: Habiendo tenido conocimiento esta Comisión de que se están desarrollando diversas estrategias organizadas por el lobby gay y sus acólitos, dirigidas a imponer en la [Publicación de Facebook]. Recuperado de: https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=1475285962625071&id=100004310449122 National Center for Transgender Equality: https://transequality.org/ Torres-Solanot, M. [MariatSolanot DUNE]. (22 de febrero de 2018). Entrevista a Mar Cambrollé, presidenta de las Plataforma Trans. [Archivo de vídeo]. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=TR2ib9kBVn4 ¿Hasta qué punto un movimiento social se puede considerar contrahegemónico y revolucionario cuando este es apoyado por las élites políticas que pretende derrocar? Durante los últimos años, con la creciente popularización del movimiento feminista y, especialmente tras la histórica huelga del 8 de marzo de 2018, se está produciendo una pugna por ver qué partido político se convierte en el abanderado del feminismo, en la que entran formaciones como el Partido Popular que, históricamente, han hecho todo lo posible por ignorar las reivindicaciones feministas, o como Ciudadanos, que reclama la existencia de un “feminismo liberal” en la actualidad. La aspiración fundamental del movimiento feminista no es otra que la abolición del sistema patriarcal, no existen “feminismos” y, sobre todo, no existe un feminismo de derechas, pues no hay nada menos feminista que defender una ideología que, por definición, perjudica y oprime a la mayoría de mujeres. Ser feminista no implica limitarse a defender la presencia femenina en altos cargos ejecutivos (si bien esas mujeres se encuentran ahí gracias al feminismo) o la libertad para que una pueda vestirse como desee. El feminismo, como cualquier teoría política y social, posee un corpus ideológico que establece los fundamentos básicos de su doctrina, por lo que no todo a lo que se le quiere poner la etiqueta de feminista lo es aunque, hoy día, parece que el significado de los conceptos es algo meramente subjetivo, ejemplo es cuando Cayetana Álvarez de Toledo se declara “feminista” tras negar que las mujeres sufran opresión. El hecho de ser mujer no te hace feminista, al igual que la pertenencia a la clase trabajadora no supone ser marxista. Las formaciones de ideología liberal no pretenden poner fin a estas lacras. La imposibilidad de hacerse llamar feminista y tener una ideología de derechas deriva, principalmente, de que las políticas públicas neoliberales defendidas por este tipo de ideologías sean sinónimo de explotación para el conjunto de las mujeres trabajadoras. Estoy hablando de la ironía de las camisetas fabricadas por niñas en talleres de Myanmar y comercializadas por marcas como Inditex en las que se leen frases como “Girl Power”. Al final, las opresiones de género y clase (ya sin hablar de raza) constituyen sistemas que se interseccionan, por lo que el feminismo es intrínsecamente anticapitalista: en lo referido a los cuidados, la prostitución, el porno, los vientres de alquiler y, por desgracia, un largo etcétera, las que mayoritariamente se ven afectadas son mujeres trabajadoras, siendo ámbitos en los que la alianza patriarcado-capitalismo queda evidenciada. Las formaciones de ideología liberal no pretenden poner fin a estas lacras, sino todo lo contrario, consentirlas con el amparo de la ley. Este es el motivo por el cual un “feminismo liberal” que perpetúe e incluso fortalezca las dinámicas capitalistas disfrazado de libertad y empoderamiento no es otra cosa que el patriarcado adaptado al modo de vida posmoderno de la sociedad occidental contemporánea. Del “feminismo” que reclaman las mujeres de partidos conservadores más que liberales, puede decirse que no es ningún secreto que no aspira a la liberación femenina como resultado de su vínculo con instituciones religiosas, desde siempre rígidas en su concepción sobre la superioridad masculina, y siempre de la mano de formaciones como el Partido Popular. Además de aplicar y apoyar políticas económicas de corte neoliberal que tanto perjuicio causan a las mujeres de clase obrera, se posicionan en contra de reclamaciones feministas tan básicas como el derecho aborto que, de nuevo, ponen en riesgo la vida de las más vulnerables. Si una mujer burguesa se queda embarazada y desea abortar en un país en el que esto no es legal, no se va a ver en la misma situación que una mujer obrera en su mismo caso, pues la primera va a tener la capacidad de viajar a otro país para interrumpir su embarazo, mientras que esta última seguramente se vea obligada a hacerlo mediante métodos que pondrán en riesgo su vida. Cada 8 de marzo (y, si cuadra, cada 25 de noviembre) es cuando las formaciones políticas parecen acordarse de las mujeres, a pesar de que nuestras opresiones sean algo de todos los días del año. Así, la estrategia electoral seguida por los partidos a la derecha del espectro político pasa por hacerse llamar feministas mientras proponen políticas profundamente misóginas e ignoran las reivindicaciones del movimiento una vez en el gobierno. De esta forma, se hace un uso interesado del concepto de feminismo, patente incluso en el discurso de partidos de ultraderecha como VOX, quienes tachan a las feministas de histéricas y pretenden derogar la ley de violencia de género, al mismo tiempo que se escudan en la seguridad de la mujer dentro de su argumentario xenófobo cuando dicen que los inmigrantes ilegales vienen a España para dedicarse a cometer agresiones sexuales y atemorizar a las mujeres; o, por ejemplo, cuando Pablo Casado promulga que “se equivocan de país” aquellos que pretendan “disfrutar de las ayudas sociales sin respetar la igualdad de la mujer y del hombre o las costumbres occidentales”, a la vez que propone el retorno a la Ley del aborto de 1985. Esto es lo que Farris denomina “femonacionalismo”, es decir, una instrumentalización de la defensa de los derechos de las mujeres en contra de los derechos de los inmigrantes, en especial hombres musulmanes. Pues bien, esta estrategia permite a los partidos de derecha la consecución de dos objetivos: vaciar de significado el feminismo para poder usarlo con fines electoralistas e instrumentalizarlo con el fin difuminar y banalizar sus verdaderas aspiraciones, creando divisiones internas en el seno del movimiento que diluyan, de esta forma, las reivindicaciones de su agenda política, para así mitigar su potencial de cambio social real. Es ahora cuando debemos preguntarnos, ¿hasta qué punto un movimiento social se puede considerar contrahegemónico y revolucionario cuando este es apoyado por las élites políticas que pretende derrocar? Cada 8 de marzo (y, si cuadra, cada 25 de noviembre) es cuando las formaciones políticas parecen acordarse de las mujeres, a pesar de que nuestras opresiones sean algo de todos los días del año. Las feministas de verdad les queremos decir que es una lucha de todos los días y, ante todo, que las mujeres somos algo más que el objeto de su interés político y su deseo electoral. Redactado por Paula Fernández. BIBLIOGRAFÍA
Falcón, L., 2019: Campaña Electoral: ¿Dónde Está El Feminismo?. La verdad es siempre revolucionaria. Recuperado de https://blogs.publico.es/lidia-falcon/2019/04/19/campana-electoral-donde-esta-el-feminismo/ Farris, S. R., 2017: In the Name of Women's Rights: The Rise of Femonationalism. Durham, NC: Duke University Press. Gutiérrez, I., 2019: Cuando La Extrema Derecha Recurre Al Feminismo Para Adornar Su Discurso Xenófobo. Recuperado de https://www.eldiario.es/desalambre/purplewashing_1_1610548.html Kohan, M., 2019: El Decálogo Feminista De Ciudadanos Niega Los Principios Fundamentales Del Feminismo. Recuperado de https://www.publico.es/sociedad/feminismo-ciudadanos-decalogo-ciudadanos-no-feminismo-contrario.html Hoy en día es parte del conocimiento general que en el campo social, educativo, político y económico existe la discriminación por causa de género. Aunque sea necesario recalcarlo y luchar por su visibilización tan solo es necesario un poco de investigación para ver que el problema está presente. Sin embargo, algo que se desconoce o al menos puede que no llegue al interés general es el campo biológico y de la medicina. El patriarcado también hace acto de presencia aquí y podemos encontrar verdaderas desventajas y atrocidades médicas que afectan únicamente a la mujer. Es importante entender que la respuesta a una patología o a un fármaco varía según se trate de hombres o mujeres. Sin embargo, el sistema sanitario actual opera de manera ineficiente ante estas diferencias. Es un hecho que las mujeres hemos estado infrarrepresentadas en los ensayos e investigaciones clínicas. Los estudios incluyen en su mayoría a hombres y en los casos en los que se tiene en cuenta a las mujeres, los resultados no se suelen separar según el sexo. Esto es algo fundamental ya que de esta manera se desconoce cómo afectan determinadas enfermedades a las mujeres, qué síntomas presentan y si el fármaco es igual de efectivo o no para ambos sexos. El problema se duplica cuando los resultados realizados con mayoría de hombres se extrapolan a la situación femenina. De esta manera surge el inconveniente del infradiagnóstico o la psicologización de la sintomatología. Este término hace referencia a los casos en los que se suelen achacar de manera inminente los síntomas femeninos a causas psicológicas de ansiedad o estrés cuando no tienen porqué tener una base de esta índole. Maya Dusenbery, autora del libro Doing Harm, señala que “este tipo de psicologización de los síntomas físicos de las mujeres tiene sus raíces en la historia de la "histeria". Durante siglos, la histeria fue una etiqueta aplicada a casi todos los síntomas misteriosos de las mujeres. Después de Freud, la medicina occidental adoptó la idea de que cualquier síntoma que no pareciera ser debido a una enfermedad física podría ser atribuido a la mente inconsciente del paciente. [I] Como ya hemos mencionado, existen sintomatologías diferentes cuando comparamos los cuerpos biológicamente masculinos y femeninos. Es el caso de los ataques al corazón, en los que las mujeres pueden presentar síntomas diferentes a los hombres pero las indicaciones respecto a qué hacer en estos casos se fundamentan en estudios realizados con hombres. Las mujeres sienten fatiga, dolor de espalda y cuello o simplemente ausencia de dolor. Un determinante que se suele usar para detectar un daño al corazón es el nivel de troponinas en sangre. Se tratan de unas proteínas que se liberan en estos casos. Sin embargo, el criterio para establecer el nivel de la proteína se realizó estudiando mayoritariamente a hombres. Y resulta que sus niveles de dicha proteína son 2,4 veces mayor que en mujeres. Por otra parte, la cardiopatía isquémica (una enfermedad cardiovascular muy común) se produce en hombres cuando se bloquean las arterias pero en la mayoría de mujeres ocurre cuando se bloquean los vasos sanguíneos más pequeños. Esto no evita que se empleen las angiografías, sistemas de detección que solo registran la obstrucción arterial, es decir, la de los casos masculinos. Se están empleando criterios y análisis inválidos para mujeres y esto solo puede significar que cuando una mujer sufre un infarto tiene menos posibilidades de obtener un diagnóstico completo lo que, como se puede deducir, afecta negativamente a su salud. Aún con todo, es interesante conocer y resaltar que son más las mujeres que mueren en el caso de este tipo de patologías que hombres. Otro punto importante es la investigación y el reparto de fondos para ello cuando se trata de enfermedades con mayoría de pacientes femeninos. Encontramos que patologías como la fibromialgia, vulvodinia o el síndrome de fatiga crónica afectan profundamente a las mujeres pero no se ha invertido en su investigación científica ya que se suele achacar a problemas psicosomáticos. Otras enfermedades más conocidas como la endometriosis reciben escasos fondos de investigación a pesar de que una de cada diez mujeres la padece y tiene síntomas muy notables. Por último, cabe resaltar el caso de la violencia obstétrica. Se define este concepto como “aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales.” [II] Por ponerlo en clave feminista o realista, se trata de la discriminación, agresión y maltrato extendido en la asistencia sanitaria hacia las mujeres. Esta forma violencia afecta negativamente a la salud de las mujeres y también a sus hijos en los casos de embarazo. Se materializa en prácticas y conductas que perjudican gravemente la salud de las pacientes. Podemos detectar acciones como la infantilización de la madre, la omisión de información o el sometimiento ante la figura masculina del doctor pero también prácticas clínicas como la maniobra de Kristeller. Esta técnica consiste en ejercer presión sobre el abdomen de la embarazada con la mano o el antebrazo para que el bebé descienda hacia el canal del parto. En España no está prohibida pero tampoco recomendada. Solo se puede realizar en la segunda fase del parto y puede tener consecuencias legales para los sanitarios. Existe poca evidencia científica sobre su uso y los efectos secundarios para la madre pueden incluir daño del suelo pélvico, dificultades para respirar durante el parto, dolor intenso, incontinencia fecal, dolor a la hora de mantener relaciones sexuales o rotura uterina. Para el bebé puede ocasionar fractura de clavícula, de cráneo o lesión de los nervios produciendo parálisis de algún miembro. Numerosas plataformas como “Stop Kristeller” reivindican el cese de esta práctica, que en otros países se encuentra completamente prohibida. Además, la mayoría de las mujeres que la reciben lo hacen en situación de vulnerabilidad y no reconocen qué maniobra se les está realizando ni sus posibles consecuencias. Esto profundiza la violencia hacia las mujeres en el campo médico, invisibilizando de manera contundente su decisión y bienestar en algo tan importante como su parto. Durante el parto son muchas las violencias que sufren las mujeres; desde la verbal hasta la física. En las cesáreas, los sanitarios retiran al bebé sin permitir el contacto piel con piel hasta horas después. Este contacto es algo completamente necesario, investigado y recomendado para la madre y el bebé nada más concluir el parto y prolongado durante al menos dos horas. No es difícil imaginar la incertidumbre de una madre cuando retiran a su recién nacido hijo y no le permiten el contacto directo hasta casi 6 horas después. Son muchas más las prácticas violentas que reciben las mujeres en los hospitales, pero nos quedaría un artículo demasiado largo. Sin embargo, como punto final en materia del parto resulta muy importante resaltar la cuestión de las posturas. La más extendida en los hospitales es la litotomía (boca arriba); muy cómoda para el personal sanitario que atiende al parto pero no se ha demostrado que tenga beneficios para la mujer. Es más, aumenta el dolor, las posibilidades de lesiones y la necesidad de realizar episiotomías. Desde distintos movimientos se reivindica que debe ser decisión nuestra el cómo realizar el parto conociendo las ventajas y desventajas de cada postura. Existen muchas opciones que favorecen a la mujer, ya sea de cuclillas, en cuadrupedia, de lado, de pie… y que no se usan de manera tan reiterada. Poco a poco, el estudio clínico según el sexo ha ido en aumento. Se han creado normas para incluir las diferencias por sexo, informes para incluir el género y sexo en las investigaciones, y se ha celebrado una cumbre para abordar el problema. Es el caso de las Guías SAGER (Sex and Gender Equity in Research) que buscan la plena inclusión de mujeres y la perspectiva de género en las investigaciones. La OMS también clasifica el estudio de género como prioridad y lo reconoce como causa de desigualdad sanitaria. Desde 1993 se obligó a que los ensayos públicos incluyeran una variedad de sexo y etnias y que los resultados se presentaran con perspectiva de género. Sin embargo, el conocimiento médico viene de antes y es necesario reivindicar que las mujeres seamos también conscientes de las diferencias presentes en la sintomatología, prácticas en el parto, etc. Como podemos observar, el patriarcado y la violencia hacia las mujeres tienen cabida también en la investigación clínica y la atención sanitaria. Se trata de un problema que necesitamos reivindicar y solucionar ya que estamos hablando de salud y no podemos permitir un trato diferente o infra diagnósticos por el hecho de ser mujeres. La medicina moderna debe comenzar a atender las diferencias ligadas al sexo, el ambiente y el entorno vital de cada paciente y tener la perspectiva de género como un factor primordial para evitar la discriminación generalizada hacia nosotras. Redactado por Jara Cegarra. LISTA DE REFERENCIAS
[I] Ortega, E. 26 Mayo 2018. "La Medicina minimiza a menudo los síntomas de las mujeres". Redacción Médica [II] “Violencia obstétrica”. Argentina.gob.ar BIBLIOGRAFÍA https://www.ensuelofirme.com/parto-y-movimiento-las-mejores-posturas-para-dar-luz/ https://www.eldiario.es/nidos/violencia-obstetrica_1_2237921.html https://theconversation.com/los-ataques-cardiacos-son-diferentes-en-mujeres-y-en-hombres-y-la-atencion-medica-debe-asumirlo-112237 https://medicinainternaaltovalor.fesemi.org/colaboraciones/el-sesgo-de-genero-en-la-atencion-sanitaria/ https://www.redaccionmedica.com/la-revista/entrevistas/-la-medicina-minimiza-a-menudo-los-sintomas-de-las-mujeres--9905 https://www.huffingtonpost.es/2017/03/14/vivir-con-endometriosis-las-historias-de-siete-mujeres_a_21887130/ https://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20131220/54397328987/la-salud-segun-el-genero.html https://www.argentina.gob.ar/derechoshumanos/proteccion/violencia-obstetrica#:~:text=La%20violencia%20obst%C3%A9trica%20es%20aquella,patologizaci%C3%B3n%20de%20los%20procesos%20naturales. https://elpais.com/elpais/2019/05/08/mamas_papas/1557304205_960268.html Naomi Klein es una periodista, economista y activista nacida en Canadá. Entre sus obras más conocidas se encuentran No logo y La doctrina del shock. Es conocida por su oposición directa y critica al capitalismo así como a determinados sucesos de índole internacional como la invasión de Irak por EEUU o las políticas de Israel, apoyando el movimiento de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS). Actualmente ha impulsado la creación de la Internacional Progresista junto a Noam Chomsky y Yannis Varoufakis; entre otros. En este artículo nos centraremos en su teoría y trabajo sobre la Doctrina del Shock, así como sus implicaciones más directas. Naomi Klein describe en su libro La doctrina del Shock el “capitalismo de desastre” como un método de actuación tras una crisis, es decir, que aprovechando una desgracia colectiva se llevan a cabo una serie de reformas radicales, doctrinas del shock, que benefician al funcionamiento del mercado y a todos los actores que dependen de él. Klein afirma que “el sucio secreto de la era neoliberal es que estas ideas jamás fueron derrotadas en el campo de batalla de las ideas ni tampoco fueron abandonadas por los ciudadanos en las elecciones. Fueron expulsadas a base de shocks aplicados en momentos políticos clave.” También dice que en momentos de crisis es mucho más fácil que las democracias se vuelvan más autoritarias ya que se pueden escudar en la propia crisis y, además, la población está desorientada y es mucho más fácil de manipular. Uno de los ejemplos más claros del “capitalismo del desastre” es Chile. En septiembre de 1973, Salvador Allende era presidente tras la creación de una coalición electoral de las izquierdas conocida como Unidad Popular, pero su mandato se ve interrumpido por el golpe de estado de una Junta militar encabezada por Augusto Pinochet Ugarte. El cuerpo militar monopolizó el poder político e instauró el miedo en el país mediante herramientas coactivas como la anulación de la libertad de pensamiento, la limitación de los medios de comunicación e incluso la agresión física (como la tortura o el asesinato) a todos aquellos simpatizantes de Salvador Allende. Al mismo tiempo, los militares no tenían ningún proyecto político claro y carecían de recursos para que Chile no quedase estancada, por eso, el gobierno tenía que ser asesorado. Al principio, hubo pugna entre varias corrientes dentro de los más allegados a Pinochet, pero finalmente las propuestas que triunfaron fueron las de un grupo de tecnócratas, actores alejados de las políticas e ideologías convencionales (aparentemente) cuyo juicio pretendía ser íntegramente científico y apolítico. Con este pretexto los tecnócratas chilenos legitiman un régimen neoliberal en el que las políticas públicas son muy escasas y el libre mercado gobierna la economía. En 1955 el Departamento de Ciencias Económicas de la Universidad Católica de Chile fue visitado por Theodore Schultz, presidente del Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, y firmó un convenio para que ambas universidades cooperasen en el espacio académico. Entre 1955 y 1963 un grupo selecto de treinta estudiantes chilenos se fueron a estudiar economía a Chicago. Los alumnos tuvieron como máximos mentores a Milton Friedman y Friedrich Hayek, cuya ideología era el neoliberalismo, defendiendo la mínima intervención del Estado, anulando el sector público empresarial. Friedman pensaba que, tras las grandes crisis económicas, si se aplicaban las políticas pertinentes el cuerpo social salía purificado. Cabe destacar su intento por persuadir al presidente Nixon para que implantase sus teorías políticas en Estados Unidos, y el posterior rechazo a éstas por parte del presidente, aun siendo de un partido de derechas. No habiendo podido convencer a su compatriota, Friedman decide utilizar algunos de los países del cono sur latinoamericano como Argentina y Chile para poner a prueba sus doctrinas, convirtiéndose en experimentos políticos, y así poder demostrar su eficacia a la comunidad internacional. En este contexto muchos actores sociales se opusieron porque eran dictaduras militares las que regían en esos años en Argentina y Chile. Friedman escribe una carta a la revista Spartacus Youth League justificándose por su visita a Chile “Yo no considero que aprender de su experiencia sea inmoral. Yo no considero que darles consejos de política económica sea inmoral, si las condiciones me parece que son tales que la mejora económica puede contribuir tanto al bienestar de, la gente común, como a la posibilidad de un movimiento hacia una sociedad políticamente libre.” También participó en la sociedad Mont Pelerin, una especie de Internacional económica ultraliberal, que también tuvo lugar en Santiago. Tras esa reunión, Mario Vargas Llosa le entrevistó en Lima para preguntarle si legitimaba la dictadura de Pinochet, y con una respuesta similar a la que dio a la revista Spartacus afirmó “no me gustan los Gobiernos militares, pero busco el mal menor”. El hecho de que Pinochet diese un golpe de estado militar, que una crisis económica asolara el país y que los antiguos estudiantes chilenos se convirtiesen en tecnócratas neoliberales propició que fuese un momento político clave para derrocar la democracia e implementar las doctrinas del shock. Como dice Joaquín Estefanía en su análisis de la Economía del miedo, Chile fue un claro ejemplo que el capitalismo no entiende de sistemas políticos, pues puede seguir siendo igualmente funcional tanto en una democracia como en una dictadura. Al no haber ningún sindicato, sociedad civil o partidos políticos no hay ninguna posible oposición a sus doctrinas y por lo tanto es el espacio perfecto para que Chile se convirtiese en un laboratorio socioeconómico de Estados Unidos. Como hemos mencionado anteriormente, en tiempos de crisis se da el fenómeno de cambio, ya sea en la vertiente más común en la que la ciudadanía acaba perdiendo derechos o en una vertiente menos frecuente en la que se da la oportunidad de una mejora. Por desgracia, actualmente nos situamos en uno de estos periodos. En este caso, es una crisis sanitaria que ha derivado en otra económica, social, educativa… El planeta entero tiene la palabra coronavirus en sus bocas y esto lo saben muy bien todos los líderes, no necesariamente los elegidos democráticamente. La crisis se puede palpar cada día; con familias teniendo que acudir a los repartos de alimentos, comercios locales arruinados, hogares sin ingresos… Esto se acompaña de un confinamiento que no solo imposibilita la protesta o el acceso a recursos sino que también tiene un fuerte impacto en nuestra salud mental. Tenemos que dejar claro que por ahora no hay medidas drásticas que se clasificarían bajo lo que Klein denomina como las estrategias de la doctrina del shock. Sin embargo, nos podemos atrever a visualizar algunas posibles futuras medidas a raíz de los discursos, declaraciones, propuestas y tensiones que vienen acaeciendo desde que comenzó esta pandemia. Tal y como señala la periodista, una medida tomada por Donald Trump durante esta crisis ha sido la propuesta de reforma fiscal. En él se beneficia fundamentalmente a millonarios y multimillonarios del país. Según el periódico el Diario, se quedarán con el 80% de las ayudas de esta reforma. También facilita el ahorro de impuestos a las personas más ricas del país, estimándose una cantidad de 82.000 millones de dólares. A su vez, se ha propuesto un plan de estímulo que reduciría las cargas sociales y ayudará a industrias afectadas por la pandemia. Otra de las propuestas del Departamento de Justicia durante la pandemia ha sido la de pedir nuevos poderes para la crisis como, por ejemplo, poder retener de manera indefinida a las personas sin juicio. La Asociación Nacional de Abogados de Defensa Criminal califica esto como “absolutamente aterrador. Especialmente en un momento de emergencia, debemos ser muy cuidadosos al otorgar nuevos poderes a el Gobierno." La pandemia también le ha servido a Trump para aumentar los controles fronterizos y disminuir las solicitudes de asilo. Se ha cerrado de manera indefinida la inmigración por tierra. Según las órdenes dictadas en marzo, se permite expulsar a cualquier solicitante de asilo sin necesidad de hacer un examen médico o atender a cada caso. Con esta nueva orden, además, se permite realizar devoluciones en caliente en la frontera de México, otorgándole mayor poder a la Policía Fronteriza. Entre marzo y abril, 20000 personas han sido rechazadas en la frontera. Con la excusa de la pandemia también se han expulsado a 915 menores de edad no acompañados. Ya es imposible no conocer lo que está ocurriendo hoy en día en nuestras calles. Durante esta crisis hemos visto numeroso vídeos de abusos policiales, entrando en domicilios sin orden judicial, agresiones… Según denuncia SOS Racismo, las denuncias de organizaciones sociales y grupos antirracistas sobre estos casos de violencia policial llegan todos los días. Debemos tener mucho cuidado con permitir todo tipo de acciones para preservar las medidas dictadas por el gobierno. Si normalizamos estos casos de violencia perderemos la perspectiva crítica que tanto va a ser necesaria en el futuro cercano. Por otro lado, creemos importante resaltar la parte “buena” de esta crisis. Y entrecomillamos la palabra porque esta parte ha tenido que nacer como respuesta a una situación completamente indeseable. Hablamos de las redes de apoyo, cooperación vecinal para recoger y repartir alimentos, las muestras de apoyo a sanitarios y trabajadores que sostienen nuestra vida diaria, organización y solidaridad entre estudiantes, los gestos de ánimo y hermandad en los barrios, huelgas… Todo esto se queda aquí por la situación de confinamiento pero son muchas las propuestas de organización, defensa de los servicios públicos y lucha por lo común que surgen en respuesta a quienes pretender acabar con nuestro discurso saliendo a la calle a golpe de cacerola. Vienen tiempos difíciles; tiempos de crisis y aprovechamiento. No olvidemos los recortes de 2008, las privatizaciones y el paro y cómo alertaban los trabajadores del peligro de estas medidas. Ahora podemos comprobar los resultados y por desgracia, son profundamente negativos. Debemos estar alerta y preparados porque cuando el discurso de odio autoritario quiera imponer su doctrina y enfrentarse a nuestras libertades nos tocará responder de manera conjunta para reivindicar unos servicios públicos de calidad y unas condiciones laborales dignas, recordándoles quién ha sostenido nuestra vida diaria en esta pandemia. Redactado por Paula Mercader y Jara Cegarra. BIBLIOGRAFIA
A menudo, y más últimamente, escuchamos el concepto de cuidados a nuestro alrededor. Se emplea en salud, en círculos políticos, en familia… pero ¿qué son exactamente los cuidados? Aquí entra un debate y una reflexión para nada concluida que explora los límites y relaciones de los cuidados en nuestro día a día. Para entender este concepto es necesario partir de la base de que la vulnerabilidad no es tan solo una realidad de ciertos colectivos o sectores sino que nos afecta y define a todos como seres humanos. La visión capitalista del hombre o mujer fuerte y valiente ante peligros y dificultades no puede estar más alejada de la realidad. Todos somos vulnerables en cierto momento ya que nos exponemos a situaciones difíciles de afrontar, solucionar o simplemente aceptar y no tiene por qué ser algo negativo. Otro concepto que es necesario conocer es el de interdependencia, entendida como una relación de dependencia mutua y recíproca. Por mucho que el sistema nos venda la imagen de autonomía e individualidad; la realidad es que no podemos hacer nada sin el resto de personas. Una vez entendidos estos conceptos podemos pasar a analizar qué son los cuidados. Cuando hablamos de cuidados hablamos de acciones orientadas a regenerar o al menos atender el bienestar físico, psicológico y social de las personas. Es importante tener presente que el cuidado no busca un fin, no termina nunca. Las redes de apoyo mutuo sirven para mejorar el bienestar de una persona y no son unidireccionales; sino que se da una relación de reciprocidad por la que todas las partes participan y reciben de estos cuidados. Debemos tener cuidado para no caer en la romantización de los cuidados o en achacarle únicamente consecuencias buenas. Cuidar a alguien puede tener también una parte negativa, una parte de tomar decisiones por el otro e incluso vínculos forzados que impiden el bienestar de ambas partes. Al cuidar se pueden dar situaciones muy violentas, ya sea por pérdida de intimidad, relaciones de poder o incapacidad de realizar tareas diarias de autocuidado. Uno de los peligros de comprender mal la relación de cuidados es caer en paternalismos, al creer saber interpretar qué quiere o necesita la otra persona o creer que solo afecta a personas mayores o discapacitadas. Cuidar es universal y no entiende de edad. Los cuidados se pueden entender como herramientas para favorecer la salud individual y también como instrumento de estabilización social. Según queda retratado en el libro “Revolución en punto cero” de la escritora y activista Silvia Federici afirma que “ha sido necesaria una larga e intensa lucha para forzar al capital a reproducir no solo la fuerza de trabajo <en uso> sino todo lo necesario para la reproducción de la clase trabajadora a lo largo de toda su vida vital, incluyendo la provisión de asistencia para aquellos que ya no forman parte del mercado laboral”. Esto quiere decir que los cuidados ya no se conciben como una necesidad primordial para el bienestar personal de cada sujeto, sino que se utilizan en aras de obtener el mayor beneficio posible a costa de la clase trabajadora. Cuanto más cuidados se ofrece a aquellos que lo necesitan, más productiva es la sociedad, puesto que el trabajo está gratificado por una jubilación tranquila y amena. Es importante no olvidarse de quiénes son aquellos a los que se cuida ni de aquellos que cuidan. El cuerpo humano se erige sobre una infraestructura que, aunque no conocemos al completo, podemos afirmar que tiene múltiples flaquezas. Dichas flaquezas o carencias son las que de algún modo nos inducen a relacionarnos con otras personas y a ayudarnos mutuamente. El cuerpo se puede considerar como una herramienta de interconexión humana. Desde que nacemos requerimos de una serie de cuidados para seguir adelante. Si hacemos un recorrido histórico y nos centramos en las personas mayores, podemos observar que aun siendo consideradas dentro del sistema capitalista personas no productivas, solían ser un sector protegido. Pero hay muchos factores como la gentrificación de los barrios de la clase trabajadora o la incorporación de la mujer en el ámbito laboral que han degradado los cuidados hacia los mayores ya que todos los lazos solidarios que se solían ofrecer en espacios vecinales o en las zonas rurales han ido desapareciendo, al igual que la participación comunal que proveía de sustentos alimentarios o asistencia en el hogar. Esto solo puede conllevar que muchos ancianos se sientan solos y desprotegidos. Con esta situación surge la demanda de una tecnología que pueda suplir la carencia de contacto entre los mayores y otras personas con ejemplos como robots que puedan mantener conversaciones , pero esto significa que solo aquellos que puedan permitirse económicamente dichos recursos podrán vivir cómodamente su jubilación, es decir, que los cuidados se convierten en un lujo solo accesible a unos pocos aumentando la desigualdad social además de sustituir las relaciones humanas . Cabe resaltar la importancia de volver a revalorizar los cuidados comunales y las relaciones sociales entre la propia clase obrera para construir una sociedad en la que nadie se queda solo y en la que la solidaridad colectiva prima sobre el individualismo económico, sin olvidarse claro está de repartir las tareas y así evitar que recaiga solo en las mujeres. Vivimos en un sistema patriarcal y capitalista, el cual desde sus inicios hizo una división sexual del trabajo, relegando al ámbito privado a las mujeres. En este espacio se encuentran las tareas del hogar, el cuidado de los niños, de los mayores o de cualquier persona con dependencia… Todo este trabajo no está remunerado, lo que implica una dependencia económica de la mujer hacia su marido, que suele ser quien ostenta el sueldo más alto. El sistema ha conseguido mimetizar estos últimos años tanto el trabajo asalariado de las mujeres con su papel de cuidadoras del hogar, ofreciéndoles la distinción de Super mujeres a todas aquellas que pueden compaginarlo, aunque a su vez las mujeres jóvenes tienen problemas para conseguir trabajo ya que son susceptibles de quedarse embarazadas y tener “menos disponibilidad”. A este problema debemos sumar el hecho de que vivimos en un mundo globalizado en el que las mujeres migrantes han adoptado el rol de cuidadoras, funcionando como sustento de los sectores más vulnerables de la población y ahorrando millones de euros al estado en servicios. Estas mujeres suelen ser susceptibles a abusos o engaños. Todo esto genera problemas de salud para la persona cuidadora; ya sea física o psicológicamente. Cuidar no debe ser una tarea completamente exhaustiva y precarizada ya que es la base de la vida. Los cuidados deben dejar de ser monopolio del género femenino y empezar a ser una cuestión social común, ya que al fin y al cabo todos pertenecemos a una comunidad imperfecta que requiere el apoyo mutuo y una organización social más solidaria y menos competitiva, con un estado que proporcione la seguridad de todos los integrantes de la comunidad y su bienestar. Nadie puede negar que actualmente, con esta pandemia, estamos viviendo una situación sin precedentes que impregna y afecta a cualquier sector, ya sea económico o social. Al ponerse a prueba el sistema se ha podido comprobar cómo, a la hora de la verdad, la vida diaria se sustenta y sobrevive gracias a los trabajos diarios de cuidado y de la clase trabajadora así como a las redes de apoyo que se están creando en barrios y pueblos. Aunque nuestro día a día haya cambiado a tantos niveles, estos empleados siguen en una situación insostenible; con salarios muy bajos, jornadas extremas y falta de recursos de protección individual. La crisis de cuidados, palpable desde antes de la propagación del COVID-19, ha salido a la luz a raíz del colapso del sistema por lo que es importante analizar qué está pasando y quién se ve afectado así como escuchar de una vez a los movimientos que reclaman una solución a esta problemática. Los empleados del campo de la salud (ya sean sanitarios o no sanitarios) están trabajando en un entorno con falta de recursos y jornadas exhaustivas. Con 6,528 fallecidos a día de hoy, los hospitales no dan abasto y el entorno en el que los pacientes se encuentran debilita y afecta a los trabajadores que les acompañan. Los recortes en sanidad pública de hace unos años se pueden sufrir ahora, dejando a los trabajadores sin los materiales para dar la respuesta necesaria en este caso. Casos parecidos de falta de EPIs y condiciones inseguras de trabajo encontramos en supermercados, transporte, residencias, cuidadoras domésticas, etc. Los trabajadores denuncian la falta de tiempo para atender en residencias, falta de descanso y acceso a recursos básicos de comida o limpieza en el caso de los camioneros, despidos, incertidumbre… Aquí entra una reflexión personal: los empleados no son héroes “sin capa”. Son la clase trabajadora, en condiciones inhumanas, trabajando por sostener un sistema que hasta hace unas semanas no respondía por ellos. Son las cajeras, las sanitarias, las profesoras, las limpiadoras, las trabajadoras a domicilio, las camioneras… Esto siempre ha sido así, los sectores más feminizados sostienen la vida pero son los menos atendidos. Repitiendo el testimonio de la filósofa Marina Garcés: “el clasismo de esta crisis es terrible”. No podemos caer en romantizar la explotación laboral, no podemos justificar los ERTES y no podemos asumir la falta de recursos sanitarios. Por lo tanto, debemos escuchar aquellos movimientos que desde hace tiempo reclaman una revisión del paradigma, para así poner la vida en el centro y entender de una vez que no podemos recortar ni privatizar aquellos sectores fundamentalmente feminizados que se encargan de cuidar a las personas. Esta tarea debe ser de todos y necesita un reconocimiento y mejora de recursos. Tras esta pandemia debemos comenzar a abandonar el paradigma capitalista y mercantil para sustituirlo por uno basado en la vida y los cuidados. Porque al final solo el pueblo salva al pueblo. Redactado por Paula Mercader y Jara Cegarra. Bibliografía
Casares Aurelia Martín. (2012) Antropología del género: culturas, mitos y estereotipos sexuales. Madrid: Cátedra. Helda Puleo García Alicia. (2011) Ecofeminismo para otro mundo posible. Madrid, España: Cátedra. Rodríguez, SL (2019). Los cuerpos que importan en Judith Butler. Madrid: Dos Bigotes. Federici, S, PM (2018). Revolución en punto cero: trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Buenos Aires, Argentina: Tinta Limón Ediciones. https://www.letraslibres.com/espana-mexico/politica/soy-feminista-radical https://www.publico.es/sociedad/cuidados-ejercito-mujeres-sostiene-vida.html Comunicado del Movimiento Feminista de Euskal Herria, 17 de marzo de 2020, Pikara Magazine. Babiker, Sarah; La crisis del coronavirus deja al descubierto el insostenible modelo de cuidado de mayores, 28 de marzo de 2020, El Salto. Interred, Actúa con cuidados, 2016. Gallego, Mar; Las que ayudan a vivir, 29 de enero de 2015, Pikara Magazine <Hannah Arendt nació en Hannover (Alemania) en 1906 y murió en Nueva York en 1975. Sus padres provenían de familias judías liberales que comulgan con las ideas reformistas de la Ilustración; entre ellas, la de la emancipación social y política de los judíos y su integración plena en la ciudadanía alemana. Su abuelo, Max Arendt defendía tal integración en contra de posiciones sionistas. Su padre era ingeniero y su madre fue una mujer educada en París y admiradora de Rosa de Luxemburgo. Estudió Filosofía en la Universidad de Berlín y posteriormente en las de Marburgo, Friburgo y Heidelberg. Allí escribió su tesis doctoral dedicada al concepto de amor en San Agustín. Se casó, por primera vez, con Stern, también discípulo de Heidegger. En 1933 Martin Heidegger se hace cargo del rectorado de la Universidad de Friburgo pronunciando un entusiasta discurso de apoyo al nuevo régimen nacionalsocialista. En el mismo año A. Hitler es proclamado Canciller de Alemania. Heidegger aplicará las leyes antisemitas en la Universidad. Este también es el despertar político de Arendt, en el sentido de que toma conciencia de que no puede ser una mera espectadora de lo que ocurre a su alrededor y de que debe actuar; así, se implica en organizaciones sionistas clandestinas que ayudan a perseguidos políticos a escapar del creciente terror totalitario. Este despertar consiste en un tránsito de lo personal a lo político: la pertenencia al judaísmo se había convertido en un problema político. No obstante Arendt comienza una “vida apátrida” que se extiende hasta 1951, año en el que obtiene la ciudadanía estadounidense. En 1933 huyó a París, ciudad que acoge a multitud de refugiados y es escenario de xenofobia y antisemitismo y en la que Arendt sigue colaborando con organizaciones sionistas. En París conoce a al berlinés H. Blüchner, su segundo marido. En 1940 Arendt fue trasladada al campo de mujeres de Gurs A las cinco semanas, Arendt huyó aprovechando un caos administrativo tras la caída de París a manos del ejército alemán. En 1941 llega a Nueva York y trabaja como columnista en el Aufbau (” Construcción”), periódico neoyorkino en lengua alemana en el que escribían Thomas Mann y Albert Einstein, entre otros. Arendt apuesta por la fórmula de Estados federados y defiende la creación de un Estado binacional judío-palestino, critica a los nacionalismos de raíz étnica, plantea el problema de las personas sin Estado y reflexiona sobre los modos de pertenencia a la comunidad política. Así, en su obra Los orígenes del totalitarismo (1951), manifiesta su crítica a la nación-Estado de Israel en Palestina por no resolver el problema del antisemitismo y no respetar la pluralidad de árabes y judíos, dejando a la mayoría de los árabes en situación de apátridas. En 1962 publica su libro Eichmann en Jerusalén, obra por la que fue objeto de duras acusaciones y que desató una gran polémica. Arranca del juicio en Jerusalén en 1961 a Eichmann (teniente coronel del Tercer Reich y responsable directo del transporte de los judíos a los campos de exterminio). Arendt se ofreció a la revista The New Yorker para ir de reportera al juicio. Arendt afirmará en una entrevista que su profesión no es la de filósofa, sino que su ocupación es la teoría política, ya que a su juicio los filósofos se han desatendido la esfera de los asuntos humanos en común. Su propósito será pensar filosóficamente acerca de los fenómenos políticos como la acción, la revolución, el poder o la violencia. El 4 de diciembre de 1975 moría este referente de la teoría política. Redactado por Eric Macpherson.
|