¿Hasta qué punto un movimiento social se puede considerar contrahegemónico y revolucionario cuando este es apoyado por las élites políticas que pretende derrocar? Durante los últimos años, con la creciente popularización del movimiento feminista y, especialmente tras la histórica huelga del 8 de marzo de 2018, se está produciendo una pugna por ver qué partido político se convierte en el abanderado del feminismo, en la que entran formaciones como el Partido Popular que, históricamente, han hecho todo lo posible por ignorar las reivindicaciones feministas, o como Ciudadanos, que reclama la existencia de un “feminismo liberal” en la actualidad. La aspiración fundamental del movimiento feminista no es otra que la abolición del sistema patriarcal, no existen “feminismos” y, sobre todo, no existe un feminismo de derechas, pues no hay nada menos feminista que defender una ideología que, por definición, perjudica y oprime a la mayoría de mujeres. Ser feminista no implica limitarse a defender la presencia femenina en altos cargos ejecutivos (si bien esas mujeres se encuentran ahí gracias al feminismo) o la libertad para que una pueda vestirse como desee. El feminismo, como cualquier teoría política y social, posee un corpus ideológico que establece los fundamentos básicos de su doctrina, por lo que no todo a lo que se le quiere poner la etiqueta de feminista lo es aunque, hoy día, parece que el significado de los conceptos es algo meramente subjetivo, ejemplo es cuando Cayetana Álvarez de Toledo se declara “feminista” tras negar que las mujeres sufran opresión. El hecho de ser mujer no te hace feminista, al igual que la pertenencia a la clase trabajadora no supone ser marxista. Las formaciones de ideología liberal no pretenden poner fin a estas lacras. La imposibilidad de hacerse llamar feminista y tener una ideología de derechas deriva, principalmente, de que las políticas públicas neoliberales defendidas por este tipo de ideologías sean sinónimo de explotación para el conjunto de las mujeres trabajadoras. Estoy hablando de la ironía de las camisetas fabricadas por niñas en talleres de Myanmar y comercializadas por marcas como Inditex en las que se leen frases como “Girl Power”. Al final, las opresiones de género y clase (ya sin hablar de raza) constituyen sistemas que se interseccionan, por lo que el feminismo es intrínsecamente anticapitalista: en lo referido a los cuidados, la prostitución, el porno, los vientres de alquiler y, por desgracia, un largo etcétera, las que mayoritariamente se ven afectadas son mujeres trabajadoras, siendo ámbitos en los que la alianza patriarcado-capitalismo queda evidenciada. Las formaciones de ideología liberal no pretenden poner fin a estas lacras, sino todo lo contrario, consentirlas con el amparo de la ley. Este es el motivo por el cual un “feminismo liberal” que perpetúe e incluso fortalezca las dinámicas capitalistas disfrazado de libertad y empoderamiento no es otra cosa que el patriarcado adaptado al modo de vida posmoderno de la sociedad occidental contemporánea. Del “feminismo” que reclaman las mujeres de partidos conservadores más que liberales, puede decirse que no es ningún secreto que no aspira a la liberación femenina como resultado de su vínculo con instituciones religiosas, desde siempre rígidas en su concepción sobre la superioridad masculina, y siempre de la mano de formaciones como el Partido Popular. Además de aplicar y apoyar políticas económicas de corte neoliberal que tanto perjuicio causan a las mujeres de clase obrera, se posicionan en contra de reclamaciones feministas tan básicas como el derecho aborto que, de nuevo, ponen en riesgo la vida de las más vulnerables. Si una mujer burguesa se queda embarazada y desea abortar en un país en el que esto no es legal, no se va a ver en la misma situación que una mujer obrera en su mismo caso, pues la primera va a tener la capacidad de viajar a otro país para interrumpir su embarazo, mientras que esta última seguramente se vea obligada a hacerlo mediante métodos que pondrán en riesgo su vida. Cada 8 de marzo (y, si cuadra, cada 25 de noviembre) es cuando las formaciones políticas parecen acordarse de las mujeres, a pesar de que nuestras opresiones sean algo de todos los días del año. Así, la estrategia electoral seguida por los partidos a la derecha del espectro político pasa por hacerse llamar feministas mientras proponen políticas profundamente misóginas e ignoran las reivindicaciones del movimiento una vez en el gobierno. De esta forma, se hace un uso interesado del concepto de feminismo, patente incluso en el discurso de partidos de ultraderecha como VOX, quienes tachan a las feministas de histéricas y pretenden derogar la ley de violencia de género, al mismo tiempo que se escudan en la seguridad de la mujer dentro de su argumentario xenófobo cuando dicen que los inmigrantes ilegales vienen a España para dedicarse a cometer agresiones sexuales y atemorizar a las mujeres; o, por ejemplo, cuando Pablo Casado promulga que “se equivocan de país” aquellos que pretendan “disfrutar de las ayudas sociales sin respetar la igualdad de la mujer y del hombre o las costumbres occidentales”, a la vez que propone el retorno a la Ley del aborto de 1985. Esto es lo que Farris denomina “femonacionalismo”, es decir, una instrumentalización de la defensa de los derechos de las mujeres en contra de los derechos de los inmigrantes, en especial hombres musulmanes. Pues bien, esta estrategia permite a los partidos de derecha la consecución de dos objetivos: vaciar de significado el feminismo para poder usarlo con fines electoralistas e instrumentalizarlo con el fin difuminar y banalizar sus verdaderas aspiraciones, creando divisiones internas en el seno del movimiento que diluyan, de esta forma, las reivindicaciones de su agenda política, para así mitigar su potencial de cambio social real. Es ahora cuando debemos preguntarnos, ¿hasta qué punto un movimiento social se puede considerar contrahegemónico y revolucionario cuando este es apoyado por las élites políticas que pretende derrocar? Cada 8 de marzo (y, si cuadra, cada 25 de noviembre) es cuando las formaciones políticas parecen acordarse de las mujeres, a pesar de que nuestras opresiones sean algo de todos los días del año. Las feministas de verdad les queremos decir que es una lucha de todos los días y, ante todo, que las mujeres somos algo más que el objeto de su interés político y su deseo electoral. Redactado por Paula Fernández. BIBLIOGRAFÍA
Falcón, L., 2019: Campaña Electoral: ¿Dónde Está El Feminismo?. La verdad es siempre revolucionaria. Recuperado de https://blogs.publico.es/lidia-falcon/2019/04/19/campana-electoral-donde-esta-el-feminismo/ Farris, S. R., 2017: In the Name of Women's Rights: The Rise of Femonationalism. Durham, NC: Duke University Press. Gutiérrez, I., 2019: Cuando La Extrema Derecha Recurre Al Feminismo Para Adornar Su Discurso Xenófobo. Recuperado de https://www.eldiario.es/desalambre/purplewashing_1_1610548.html Kohan, M., 2019: El Decálogo Feminista De Ciudadanos Niega Los Principios Fundamentales Del Feminismo. Recuperado de https://www.publico.es/sociedad/feminismo-ciudadanos-decalogo-ciudadanos-no-feminismo-contrario.html
0 Comentarios
Tu comentario se publicará una vez que se apruebe.
Deja una respuesta. |