No. El Dios de los ateos no es el Dinero, como estás pensando. Es un gran candidato, pero no es él. Es tu voz interior, el libre albedrío que te permite tomar decisiones. En el siglo XXI, Dios es “la libertad”. Voy a desafiar 200 años de consenso ideológico en este artículo: La libertad no existe, nunca existió. Es un mito, no existe sino en la imaginación humana. Aunque eso no fue un impedimento para que la idea de libertad cimentara los valores sociales más importantes de nuestra historia. Pero a medida que se han ido desvelando poco a poco los misterios de la mente humana, combinado con los avances en telecomunicaciones, esta realidad social basada en la libertad se ha vuelto contraproducente. En el siglo XIX pusimos a la libertad como la base de nuestra economía, política, moral, educación e incluso en los criterios estéticos, y en el siglo XXI todavía vivimos en esa mentalidad. Ha llegado el momento de cuestionar esos valores fundamentales. La libertad es la fuente de autoridad sobre la que se construye la civilización occidental. Durante toda la historia, la religión ha sido el centro de la autoridad social de cualquier civilización. Hasta que la llegada de la ilustración trajo un cambio en el paradigma social. “El hombre ha matado a Dios”, afirmó Nietzsche. Esto no significa que la gente dejase de creer en Dios, sino que la religión debía separarse del estado, la ciencia y el conocimiento, para vivir en una sociedad civilizada. Las leyes divinas dejaron paso a las leyes humanas. Desde ese entonces, el humanismo ha dominado el mundo. Las 3 ramas humanistas predominantes en los siglos XIX y XX fueron el humanismo evolutivo, el humanismo social y el humanismo liberal, y se basaban en aspectos diferentes del ser humano: la raza, el pueblo y el individuo. Para los humanistas evolutivos, los nazis, la autoridad última, el motivo de la existencia humana, el equivalente a Dios, fue la raza. Y para proteger y preservar la raza (lo cual les llevaría al paraíso en la tierra), los nazis construyeron toda una sociedad alrededor de la raza. En 1945 murió este sueño, por causas varias. Para los humanistas sociales, los comunistas, el equivalente a Dios era el pueblo, y para protegerlo y preservarlo (lo cual les llevaría al paraíso en la tierra), los comunistas construyeron toda una sociedad alrededor del pueblo. En 1989 murió este sueño, por causas varias. Los humanistas liberales, nosotros los demócratas, o los capitalistas (depende si quieres identificarte con la política o con la economía), creemos que el motivo de la existencia del ser humano, la autoridad última de nuestra sociedad, es el individuo. Tomamos todas las medidas necesarias para proteger y preservar al individuo (lo cual nos llevará al paraíso en la tierra), y hemos construido toda una sociedad alrededor del individuo. Este sueño murió en 2008, por causas varias. En el siglo XXI en Occidente hemos perdido el relato. Hace 100 años teníamos 3 sistemas en los que tener esperanza, con los que soñar un mundo “mejor” (jeje). Hoy no tenemos ninguno. Esto es peligroso. Tanto las sociedades teístas como las sociedades humanistas, sean las que sean, funcionan porque existe el mito central. Dicho mito es el origen prehistórico de la cooperación humana con otros humanos desconocidos, fuera de su grupo familiar. Gracias a los mitos, los humanos empezaron a cooperar con desconocidos. Primero para controlar el río entre varias tribus. Más tarde, para crear imperios. Los mitos es lo que les da a los gobiernos y a los ciudadanos una razón de ser, y proporciona la autoridad para tomar decisiones sociales. Tanto Dios para los teístas, como el “ser humano” para los humanistas, sirven de brújula a la sociedad y sus habitantes. Vamos a observarnos a nosotros mismos, los humanistas liberales y a nuestro Dios: tu voz interior. En la política del humanista liberal, la autoridad última está en la voz interior de cada individuo: los votantes. En el humanismo asumimos que el votante sabe lo que le conviene, y vota en consecuencia. Y no existe una autoridad por encima del votante para contravenir esta decisión. Tras el Brexit, ni los poderes religiosos, ni los poderes políticos, ni los poderes económicos, ni siquiera los poderes militares se atrevieron a contravenir a los votantes. La voz interior de los votantes es la más elevada autoridad política en nuestra sociedad. En cuanto a economía, la autoridad vuelve a estar en la voz interior del individuo: El cliente siempre tiene la razón. Todo nuestro sistema económico se basa en la libertad, y en este juego, el cliente es la autoridad última. Si nadie compra tu producto, por ingenioso y útil y sofisticado y duradero y estético y eficiente que sea, tu producto es un mal producto. En cambio, si un producto se vende, por perjudicial que sea, es un buen producto. Dicho de otro modo, el Mercado está dominado por los bancos (del que eres cliente), las petroleras (del que eres cliente), las grandes tecnológicas (del que eres cliente) y los medios de comunicación (del que eres cliente). Y si crees que por no consumir mass media, mi teoría se tambalea, te equivocas. Ese periódico independiente que te gusta leer, existe porque tiene clientes como tú. Existe porque la voz interior de los clientes, la autoridad última de la sociedad, desea que exista. (Este blog afrontará esta realidad en los próximos años). En cuestiones morales, nuestra voz interior vuelve a ser protagonista. Haz lo que te haga feliz. Escucha tu voz interior y sabrás lo que está bien y lo que está mal. Por supuesto, quizás lo que te hace feliz, provoca la infelicidad de otra persona. Uno puede acostarse con otra persona, y ambos estar felices, pero cuando esto conlleva el sufrimiento de una tercera persona, en caso de infidelidad, nos vemos en un dilema moral. En cualquier caso, la respuesta del humanista liberal no está en los libros sagrados, en la sociedad, en la familia, ni siquiera en las leyes. Está en tu voz interior. Tras sopesar los niveles de felicidad e infelicidad del trío amoroso, tu voz interior te dice lo que debes o no debes hacer. Tu voz interior es la autoridad moral de nuestra sociedad. La educación te enseña a pensar por ti mismo. Cuando le preguntas a un profesor, ya sea de preescolar o universitario, qué intenta enseñar a sus alumnos, la respuesta es: historia, matemáticas, física o lo que sea, pero por encima de todo, quiero que mis alumnos aprendan a pensar por sí mismos. No debes dejar que nadie piense por ti. Debes adquirir mucho conocimiento, pero sobre todo debes escuchar y confiar en tu voz interior. La educación de los últimos 50 años se ha basado en reafirmar este principio (sin mucho éxito y con efectos secundarios). Y por último, tu voz interior es la que dicta los criterios estéticos de nuestra sociedad. Si asistes a una escuela de arte, lo primero que se discute es “¿qué es arte?”. ¿Cuál es la diferencia entre lo bello y lo ordinario? Estos debates suelen ser bastante acalorados, pero siempre terminan concluyendo que la belleza está en los ojos del que observa. El arte consiste en transmitir un sentimiento. En otras palabras, conectar y decirle algo a tu voz interior. Para gustos, colores. Esto es a grandes rasgos el humanismo liberal. Esto ha sido prácticamente una traducción de las charlas de Yuval Harari. La gracia de todo esto es que, si bien podemos percibir el mito teísta claramente, e incluso podemos ver los mitos de la raza y el pueblo sin demasiado esfuerzo, nuestra voz interior no parece ser un mito en absoluto. De hecho, mi voz interior es lo más real que existe. Pienso, luego existo. Este es el consenso social en occidente en los últimos 200 años. Y nos ha traído el periodo más próspero y la sociedad más igualitaria de la historia de la humanidad, con muuuuuuuucha diferencia. La democracia, el libre mercado y los derechos humanos, lejos de ser perfectos, han sido el mal menor. La alternativa a la voz interior de los individuos siempre suponía tiranía, de una forma u otra. Pero esto no quita que nuestra “voz interior” sea un mito. Que haya funcionado hasta ahora, no significa que vaya a seguir funcionando tras la revolución tecnológica que se avecina, descrita en mi último artículo “Distopía tecnológica como presente.” https://politeuma.weebly.com/calidad-democraacutetica/la-distopia-tecnologica-como-presente La gente cada día cree menos en este sistema, y con razón. Se saben engañados por los medios y los políticos. La voz interior de los individuos puede predecirse, anticiparse, y por último, manipularse. Y cuanto mejor es esta predicción, mayor es la decadencia social que se experimenta. No hace falta imaginar el futuro donde tu voz interior es hackeable, solo con recordar el pasado vemos cómo la radio y la propaganda crearon 3 sistemas humanistas diferentes que compitieron a principios del siglo XX, y cómo la televisión ha modificado el comportamiento humano a finales de siglo, para convertir a esos individuos “soberanos e independientes” en consumistas compulsivos. Ya en tiempos de la radio y la televisión, la gente se preocupaba sobre la sobre-exposición a estos aparatos, y con razón. Pero la llegada de la inteligencia artificial y el big data, junto con los avances neurológicos, hace que los humanos seamos predecibles estadísticamente, a nivel individual. Este es un cambio histórico sin precedentes, y desafía los últimos 5000 años de filosofía humana, en varios frentes que quizás veamos otro día. Para afrontar este reto es necesario el tipo de cambio realmente profundo, de los que han hecho avanzar a la humanidad, lo que podría sacarnos de este atasco sociológico en el que estamos. Una nueva visión del ser humano, más humile, es necesaria en el siglo XXI. Un nuevo tipo de consciencia. La evolución de la consciencia* humana está llena de cambios a lo largo de la historia. Esta es la forma que tenemos los humanos de percibir la realidad, descrita burdamente: Nuestros ojos y oídos perciben la realidad, y nuestro cerebro la interpreta, basándose en unas reglas sociales previamente instaladas en la infancia. Es por eso que no podemos percibir la realidad tal y como es. Los humanos percibimos la realidad de manera DUAL. Esta habilidad nos permite percibirnos a nosotros mismos en el mundo. Es como tener unas gafas a través de las cuales ves una realidad, levemente distorsionada. Nosotros percibimos la “realidad objetiva”, al igual que los animales. (Algunos animales avanzados tienen mecanismos de consciencia primitivos, pero nada comparado a un humano). El árbol, el río y el león están ahí y los percibimos. Pero también percibimos la “realidad subjetiva”. Esto es, ideas abstractas que no existen en la realidad objetiva. En otras palabras, percibimos mitos. La religión, las naciones, el dinero, las ideologías, las leyes e incluso los derechos humanos son mitos que no existen en la naturaleza, ni en otro lugar que no sea el cerebro humano. Las ideas de libertad, igualdad o justicia no significan nada para un mono. Puedes meterlo en una jaula, y el mono se deprimirá, pero no porque sienta que es víctima de una injusticia, sino porque su realidad objetiva, la jaula, es una mierda. Cierto, hay estudios que muestran la insatisfacción de los simios frente a un trato desigual en el reparto de comida. Todo esto es extremadamente complejo, y esos mitos en el fondo provienen de mecanismos de supervivencia del cerebro, heredados de los simios. Pero por norma general, nadie discute que los humanos somos conscientes de una manera especial, y que la consciencia es el pináculo de la evolución de la vida (o su perdición). Las construcciones sociales básicas, recibidas en la infancia, forman parte de nuestro hardware, al igual que la genética, y se reflejan en la consciencia humana. Durante la historia del ser humano, los mitos han cambiado, como hemos visto. Pero más interesante que eso, cuanto más nos hemos alejado físicamente de la realidad natural, más importante ha sido nuestro apego a los mitos del momento, a la percepción de lo que consideramos la realidad, en detrimento de la realidad objetiva. Voy a repasar la evolución de la consciencia, rápidamente. Los cazadores recolectores tenían una consciencia mitológica, donde el mito eran muchos dioses asignados a la naturaleza. La llegada de los primeros imperios trajo la consciencia teológica, donde el mito es un solo dios y sus leyes sagradas. En el siglo XV aparece la consciencia ideológica, donde su mito son las ideas, seguida por la consciencia psicológica del siglo XIX, donde el mito es el ser humano, y la consciencia teatral del siglo XX, donde el mito es el individuo. Todos ellos, saltos fascinantes. Lean a Jeremy Rifkin, La civilización empática. Para que el resto de este siglo sea optimista, el ser humano necesita un cambio de consciencia similar, que nos obligue a replantearnos los modelos económicos, políticos, morales, educativos y estéticos de nuestro tiempo. Poner parches no es suficiente. La buena noticia es que este tipo de cambios en la consciencia de los humanos no se producen con reflexiones metafísicas, grandes ideas, o inspiración humana de ningún tipo. Se produce por una revolución tecnológica en 2 sectores claves. Comunicaciones y energía. La escritura y los sistemas de regadío trajeron las primeras civilizaciones, y con ellas, el teísmo; la imprenta y los molinos trajeron la consciencia ideológica y las primeras naciones; el telégrafo y el carbón trajeron la consciencia psicológica y las revoluciones sociales; y el teléfono y el petróleo produjeron la consciencia teatral y el individualismo. Uno podría pensar que es al revés, y que el avance en la mente proporciona el avance tecnológico, pero no es así. Las ideas religiosas por sí mismas no producen el teísmo. Es la invención de la escritura la que lo hace posible. Cada vez que la tecnología irrumpe en las sociedades humanas, su consciencia evoluciona. Por no mencionar el crecimiento económico… Pero eso es otra parte de la misma historia, y la veremos otro día. La tecnología está irrumpiendo nuevamente. Tu voz interior, tu Dios, puede ser hackeado por algoritmos. Por ahora solo decir que los algoritmos, gracias al big data, pueden manejar millones de factores diferentes a la hora de tomar una decisión, y son capaces de dar a cada uno de esos factores el peso apropiado en cada situación. En definitiva, los algoritmos son mejores que los humanos tomando decisiones. Si no, no existirían. A día de hoy, miles de millones de euros cambian de manos por decisiones de algoritmos. La gente más rica del planeta confía en ellos. La autoridad económica, política, moral, educativa y estética, está cambiando de manos. Estamos presenciando una transferencia de poder de los humanos a las máquinas. Es una perspectiva aterradora, pero inescapable. Tanto a nivel político, financiero o social. Tanto a nivel global como a nivel individual, la decisión que toma el algoritmo es mejor que la del presidente, el banquero, el policía o el ciudadano. El lado positivo es que una nueva consciencia se está desarrollando, debido a la irrupción de una nueva tecnología, internet, que combinada con una nueva infraestructura energética (de la que hablaré otro día), supondrá un salto evolutivo histórico para el ser humano. Vivimos en el periodo más fascinante de la historia. Los humanos vamos a perder la libertad, pero vamos a conseguir algo mejor. Vamos a conseguir no cagarla tanto. Esperemos que la transición no sea muy dolorosa, y sobrevivamos como civilización. *La consciencia es el gran misterio científico de nuestro tiempo. Lo que sabemos es que no existe localizada en ningún lugar del cerebro, sino que surge de él. De la misma forma que no puedes ver la música en un disco. La música no forma parte de la estructura molecular del disco, y es solo cuando se activa y da vueltas en el tocadiscos, cuando puedes percibir la música. Lo mismo (para nada lo mismo, es mucho más complicado) pasa con el cerebro y la consciencia, por lo visto. Con algo de suerte llegaremos a ver la revolución del “mapa de los procesos neuronales” en el que trabaja Rafael Yuste, de la misma forma que vimos el mapa genético en su momento. Solo que el mapa genético apenas tiene aplicaciones prácticas, excepto en medicina y agricultura, en cambio descubrir los procesos neuronales que proyectan nuestra realidad puede tener un impacto sin precedentes en todos los campos de la ciencia y el ser humano. No se espera que esté listo hasta dentro de 10 - 20 años. Entonces, y solo entonces, los científicos podrán empezar a teorizar acerca de implantar la consciencia en una máquina, algo que verán nuestros nietos, si sobrevivimos al proceso. Redactado por Goar Campaña.
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